En la última campaña de excavación realizada este verano en la Cueva Prado Vargas, ubicada en Ojo Guareña, se ha revelado un tesoro arqueológico que arroja nueva luz sobre la vida de los neandertales. Más de 3.000 herramientas y restos de animales de la época neandertal han emergido de las profundidades de esta cueva, consolidándola como un hogar ancestral que ha mantenido sus secretos durante 46.000 años.
Encabezada por un equipo multidisciplinario de investigadores, incluyendo a Marta Navazo de la Universidad de Burgos, Rodrigo Alonso del Museo de Evolución Humana y Alfonso Benito del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, la campaña de este verano ha dejado a la comunidad científica maravillada. Además de los expertos, 26 estudiantes de diferentes universidades se sumaron a esta aventura arqueológica.
Uno de los aspectos más emocionantes de este año ha sido la cantidad excepcional de restos descubiertos. Los artefactos y huesos hallados representan un aumento del 150 % en comparación con años anteriores. Entre los hallazgos más notables se encuentran dientes de oso, jabalí, caballo y ciervo. Además, parte de un cráneo de un animal de gran tamaño fue localizado, cuyo análisis posterior podría revelar si pertenecía a un oso o incluso a un rinoceronte.
Un añadido intrigante a la colección de fósiles ya estudiados ha sido el descubrimiento de un nuevo ejemplar, el Tylostoma, que sugiere que los neandertales tenían inclinaciones coleccionistas, apuntan los arqueólogos. Los restos óseos predominantes son fragmentos de extremidades animales, lo que lleva a la fascinante conclusión de que los neandertales transportaban los animales cazados hasta la cueva para su posterior procesamiento y consumo.
Además de los huesos de animales, se han recuperado más de mil herramientas de piedra, principalmente elaboradas con sílex y cuarcita. Aunque muchas de estas herramientas muestran signos de uso y desgaste, los análisis microscópicos de sus bordes prometen revelar sus propósitos originales.
Desde el inicio de las investigaciones en 2016, el equipo ha excavado 30 metros cúbicos del nivel 4 de la cueva, lo que ha resultado en la recuperación de más de 15.000 restos con una antigüedad de 46.000 años. Estos restos, en su mayoría fragmentos óseos de animales consumidos por los neandertales y las herramientas que fabricaron, han arrojado luz sobre sus hábitos y su capacidad para controlar el fuego.
Uno de los hallazgos más memorables fue el molar de leche perteneciente a una niña neandertal de ocho años, llamada Vera, descubierto en 2019. Estos descubrimientos combinados sugieren que los neandertales establecieron un campamento en Prado Vargas, lo que les permitió controlar la región circundante y desarrollar habilidades para controlar el fuego en este complejo sistema de cuevas, uno de los más extensos en el mundo.