Son pocos los documentos que podemos encontrar sobre Cilla, anteriores al año 1200. Uno de ellos es el Fuero de Cillaperlata, otorgado por 1238 por abad del monasterio de Oña.
En el nombre de Dios, se escriben pactos y acuerdos para que no caigan en el olvido. Así comienza el histórico «Fuero de Cillaperlata», un documento que otorga carta de libertad y absolución a los vasallos del señorío de Cillaperlata por parte de Pedro, abad del monasterio de Oña, y su comunidad, bajo el reinado de Alfonso X, el Sabio, rey de Castilla. Esta carta, datada en la era de 1238, ofrece una visión de las relaciones entre señores y vasallos en la Edad Media y cómo se regulaban diversos aspectos de la vida cotidiana en las tierras bajo la jurisdicción del monasterio. El fuero, un compendio de normativas y acuerdos, ofrecía un marco regulatorio que marcaba las relaciones entre los señores y sus vasallos.
Carta de libertad y absolución
El texto comienza con una frase muy importante. El abad, mediante la carta, otorga libertad y absolución para siempre a los hasta entonces vasallos del monasterio de Oña y que a partir de ese momento pasaban a ser vasallos del señorío del Cillaperlata, eso si, manteniéndose una serie de impuestos y clausulas sobre la herencia que garantizaban ingresos para el monasterio, en ese caso, de Cillaperlata.
La Mañería y la Regulación de Pagos
Una de las cuestiones centrales abordadas por el Fuero de Cillaperlata es la «mañería», un término que en este contexto hace referencia a un tributo o impuesto que los vasallos debían pagar al señorío. El fuero establece un límite máximo de cinco sueldos para este tributo, lo que buscaba aliviar la carga financiera de los habitantes de la comunidad y posiblemente aplacar el posible descontento por el vasallaje salvaje que sufrían los habitantes de la zona, que incluso no eran considerados hombres y mujeres libres. Además, el documento introduce una regulación detallada en torno a las herencias y propiedades, garantizando que los herederos no vean sus bienes excesivamente reducidos por impuestos o gravámenes, excepto aquellos legados destinados voluntariamente al monasterio de San Juan de Cillaperlata o los clérigos bajo la jurisdicción del monasterio de Oña.
Serna y Hacendera
Compromiso Colectivo: El Fuero de Cillaperlata también toca un aspecto vital de la vida medieval: las labores agrícolas. La «serna» y la «hacendera» eran prácticas donde la comunidad trabajaba en conjunto para tareas agrícolas específicas, que repercutian en la corona e indiectamente en el monasterio. La serna, que generalmente se llevaba a cabo en el verano, involucraba la siega de cultivos. La hacendera, por otro lado, se enfocaba en trabajos más generales y necesarios, como la reparación de infraestructuras comunes. El fuero establece la obligación de llevar a cabo dos días de hecendera al año. Aquellos que no pudieran asistir debían pagar una multa de tres denarios por día de trabajo no cumplido. Además, se pone de manifiesto el papel del señor de Cillaperlata, quien debía proporcionar sustento a los trabajadores durante estas jornadas.
Infurción y Distribución de Cargas
Otra parte fundamental del fuero es la regulación de la «infurción». Este término hace referencia a las cargas tributarias o laborales que los vasallos debían proporcionar al señorío. El fuero establece una fórmula detallada para calcular estas cargas. Por ejemplo, aquellos que poseían una yunta de bueyes debían pagar una cantidad específica de pan de trigo y cebada. Además, se establece una escala proporcional para aquellos que solo tenían un buey o actuaban como «azaderos» (personas dedicadas a ciertas tareas agrícolas que no poseían arados llevados por animales), y se exime de tributación a quienes anteriormente fueran «horros» (forasteros que buscaban asentarse en la comunidad).
Adquisición de Propiedades y Exenciones
El fuero aborda la cuestión de la adquisición de propiedades, especialmente de casas y solares. Aquellos que compraran una vivienda o terreno para habitar no estaban sujetos a pagos adicionales. Esta cláusula fomentaba el asentamiento de nuevos habitantes y alentaba el crecimiento de la comunidad. Además, el fuero establece exenciones específicas, como la de los clérigos con hijos, quienes no estaban obligados a pagar la mañería.
Legado y Vigencia
La cláusula final del fuero establece que cualquier intento de alterar o disminuir las concesiones otorgadas en este documento conllevaría la ira divina y el castigo, en una referencia simbólica a la gravedad de quebrantar este pacto.
Reflexiones Finales
El Fuero de Cillaperlata se revela como un testimonio palpable de cómo las comunidades medievales lidiaban con cuestiones de autoridad, tributos y derechos. A través de su minuciosa regulación de términos como mañería, serna, hacendera e infurción, este fuero ofrece una ventana que nos refleja la organización social y económica de la época. Así, se perfila como un modelo para entender cómo las sociedades medievales buscaban equilibrar los intereses de los señores y las necesidades de los vasallos.
Este documento trasciende su tiempo y lugar de origen, pues aborda problemas que siguen siendo relevantes en la actualidad, como la distribución equitativa de cargas y beneficios entre diferentes segmentos de la sociedad. El Fuero de Cillaperlata se convierte en un reflejo de cómo las comunidades se unían para forzar acuerdos sostenibles en medio de un contexto medieval complejo y en constante evolución, que permitía a los monasterios y señores establecer su poder, casi de semiesclavitud sobre sus vasallos, pero sin forzarles tanto como para que resultara una subversión o revolución contra ellos que terminara con sus privilegios injustos.