Cillaperlata, bien pudo haber sido a partir del siglo VI ac. una zona bajo dominio de los Autrigones, un antiguo pueblo prerromano que habitó la región norte de la península ibérica. Aunque también durante épocas pudo haber sido un territorio habitado por cántabros o vascones. En cualquier caso, el día a día, no seria muy diferente, ya que todas las tribus del norte penínsular, bien de origen céltico o vascón compartían un modo de vida muy similar.
Cillaperlata se encuentra en un entorno montañoso, con una rica biodiversidad y recursos naturales. El asentamiento probablemente estaría organizado en torno a un castro, una fortificación de piedra situada en una posición elevada que servía como centro administrativo y religioso de la comunidad. Justo en la zona de Cilla no se han encontrado castros, pero en Las Merindades si hay restos en diferentes ubicaciones, pudiendo haber sido Frías una de ellas. Las viviendas eran de planta circular u ovalada, construidas con piedra y techos de madera cubiertos con ramas y barro.
La base de la economía era la agricultura y la ganadería. Los autrigones cultivaban cereales como el trigo y la cebada, y también practicaban la viticultura en las áreas cercanas al río Ebro. La ganadería, centrada en la cría de ovejas y vacas, proporcionaba carne, leche y lana a la comunidad.
El trabajo en el campo comenzaba temprano en la mañana y variaba según las estaciones del año. Durante la época de siembra y cosecha, los habitantes de unían esfuerzos para completar las labores agrícolas de manera eficiente. También era común que las familias compartieran herramientas y recursos para facilitar el trabajo en el campo.
La región montañosa permitía a los autrigones dedicarse a la minería y la metalurgia. Los minerales extraídos se utilizaban para la producción de herramientas, armas y joyas, así como para la fabricación de monedas. La metalurgia requería habilidades especializadas y un conocimiento profundo de la tecnología de la época.
La vida en el hogar en se centraba en las actividades cotidianas de las mujeres, que se encargaban de las tareas domésticas, como cocinar, limpiar, cuidar a los niños y fabricar ropa y tejidos. La alimentación de los Autrigones estaba basada en los productos agrícolas y ganaderos locales, como cereales, legumbres, frutas, verduras, carne y productos lácteos.
Las familias de vivían en unidades nucleares o extendidas, compartiendo las viviendas y cooperando en las tareas domésticas y agrícolas. La educación y el aprendizaje de habilidades prácticas y tradicionales se transmitían de generación en generación, asegurando la continuidad de la cultura y el conocimiento autrigón.
La vida social se desarrollaría en torno al castro y otros espacios comunes de la aldea, donde los habitantes se reunían para intercambiar noticias, resolver conflictos y celebrar eventos y festividades. Las ceremonias religiosas y rituales también desempeñaban un papel importante en la vida cotidiana de los autrigones, reforzando la cohesión social y la identidad cultural de la comunidad.
Se cree que los autrigones rendían culto a deidades relacionadas con la naturaleza y los elementos, como el sol, la luna, el agua y la fertilidad. Las prácticas religiosas incluían la realización de ofrendas, la veneración de ídolos y la celebración de festivales estacionales en honor a los dioses.
Los autrigones de Cillaperlata mantendrían relaciones comerciales con otros pueblos de la península ibérica, intercambiando productos agrícolas, ganaderos, minerales y manufacturados. Las rutas comerciales también facilitaban el intercambio de ideas, tecnologías y prácticas culturales, lo que enriquecía la vida cotidiana y la cultura autrigona.
El comercio estaba organizado por familias o grupos de comerciantes, que se encargaban de transportar y vender los productos. La utilización de monedas de plata y bronce indica que los autrigones ya habían adoptado un sistema monetario para facilitar el comercio y las transacciones económicas.
La vida cotidiana de los Autrigones en Cillaperlata giraba en torno a las actividades económicas, familiares y sociales, adaptándose al entorno natural y a las estaciones del año. Aunque la vida en era sencilla y se regía por las necesidades básicas, también estaba impregnada de una rica cultura y un fuerte sentido de comunidad. La evidencia arqueológica y las comparaciones con otros pueblos prerromanos de la península ibérica nos permiten comprender mejor cómo era la vida cotidiana en zonas como Cilla y apreciar el legado histórico y cultural de los Autrigones en la región.