Hay una leyenda que tiene como centro el Castillo de Tejada en Trespaderne y el Castillo de Frías y que habla de un amor imposible, de traiciones y de una venganza terrible.
La leyenda dice que en el Castillo de Tejada vivía una noble de nombre Alba que había delegado los poderes en su hijo Sancho García, que gobernaba desde el propio castillo.
La Condesa estaba enamorada del rey musulmán que vivía en el Castillo de Frías. Un amor mal visto por su hijo. Los nobles que servían al Rey de Frías vieron en ese amor una ocasión para que apoderarse de las tierras de Sancho García y le dijeron que le la condesa diera a su hijo un brebaje que le mantendría dormido y así, de este modo, ella podría huir y reunirse con su amor. Lo que no sabia Alba es que la bebida era un veneno que acabaría con la vida de su hijo.
Sancho Peláez, vecino de Espinosa de los Monteros y criado del conde, se enteró por parte de su esposa Elsa, camarera de la Condesa, de la trama que iba a acabar con la vida de su Señor. El criado lo puso en conocimiento del Conde y éste no bebió de la copa. Se la ofreció a su madre, creyendo que esta le quería envenenar. Alba bebió de la copa, pensando que solo era un brebaje para dormir a su hijo y con el temor a ser descubierta, cayendo muerta en pocos minutos.
Los conspiradores habían tramado que una vez muerto Sancho García, se arrojaría paja al rio como señal de que podían tomar el Castillo de Tejada sin problemas. Las tropas del conde se aprovecharon del conocimiento que tenían de esos planes y arrojaron paja al rio, esperando a las tropas de Frías y venciéndolas en una emboscada.
La batalla tuvo lugar en los alrededores de Encinillas, enlazando con la leyenda del Negrodia, que trata sobre una importante victoria de las tropas cristianas sobre las tropas musulmanas.
El conde concedió a su criado, como premio, la misión de velar por su persona, naciendo así el Cuerpo de los Monteros de Cámara, todos nativos de espinosa, encargados de velar por el sueño de los reyes, estuvieran o no en palacio. La institución se mantuvo hasta el siglo XIX, en que desapareció debido a la baja natalidad que se daba en la villa.