La purificación del magisterio en España fue un proceso de represión política impulsado por el régimen franquista tras el golpe de Estado de 1936. Bajo esta persecución, numerosos docentes que defendían los ideales republicanos y progresistas vieron amenazada su labor educativa. Uno de estos maestros fue Julián Velasco Ortega, quien ejercía en Cillaperlata.
Durante la Segunda República, se llevaron a cabo reformas significativas en el sistema educativo con el objetivo de modernizarlo, establecer la coeducación y la enseñanza laica, y mejorar la calidad de vida de los estudiantes y maestros. Sin embargo, con la llegada del franquismo, estos avances se vieron truncados y muchos docentes se convirtieron en blanco de represalias.
Julián Velasco Ortega, un maestro comprometido con la educación en Cillaperlata, se encontró en el centro de este proceso represivo. A instancias de las Comisiones Depuradoras Provinciales, se inició un expediente depurador en su caso, en el que tanto personas del pueblo como autoridades intervinieron, incluyendo al cura, al representante de Falange y al alcalde en funciones. La buena relación del profesor con las personas del municipio hizo que gran parte de las personas hicieran lo posible para evitar el expediente regulador contra su persona.
El cura informó que no residía en Cillaperlata, pero era vecino de Trespaderne y se desplazaba al trabajo en bicicleta. Aunque no le había visto en actos patrióticos ni en oficios religiosos, el comandante del puesto de la Guardia Civil declaró que sí había estado en actos patrióticos.
El 28 de agosto de 1936, el alcalde comunicó al rector del Distrito Universitario de Burgos que Julián Velasco Ortega había tenido «buena conducta» tanto moral como política. Además, se izó la bandera bicolor en las escuelas mixtas de Cillaperlata, según un escrito dirigido al inspector de primera enseñanza de Burgos.
Para evitar los cargos, Julián presentó obligado por las circunstancias, una declaración jurada negando cualquier acusación y declarándose fiel patriota. También recibió apoyo de la comunidad local, que declaró su virtud. Incluso el Diario de Burgos intervino en su caso.
Finalmente, su expediente regulador fue enviado a la Diputación Provincial de Burgos con resolución positiva, quedando libre de cargos. Julián Velasco Ortega pudo continuar su carrera docente, trasladándose en 1938 a Quintanar de la Sierra y, en 1942, aprobando las pruebas para maestros en poblaciones de más de 10.000 habitantes, tras lo cual se trasladó a San Sebastián.
La historia de Julián Velasco Ortega es un ejemplo inspirador de resistencia y lucha por la justicia y la libertad en la educación durante una época oscura de represión y censura en España. Sus esfuerzos y perseverancia en defensa de la enseñanza republicana y progresista lo convierten en un símbolo de la lucha contra la opresión franquista en el ámbito educativo.